Y cuando Daniel supo que el decreto había sido firmado, se fue a su casa, abrió las ventanas de su dormitorio, el cual estaba orientado hacia Jerusalén, y se arrodilló para orar y alabar a Dios. Esto lo hacía tres veces al día, tal como siempre lo había hecho. Daniel 6:10-11 (DHH)
Desarrollar el hábito de ser agradecido tiene muchos beneficios, pero uno de los más sorprendentes es que nos ayuda a que crezca nuestra fe. De hecho, podemos encontrar un gran ejemplo de esto en Daniel, cuya práctica de gratitud precedió a una respuesta llena de fe por una sentencia de muerte.
Los gobernadores tramposos querían dañar a Daniel, al engañar al rey para que elaborara una ley de corto plazo que prohibía hacer oración a cualquiera que no fuera el rey, que, por supuesto, Daniel se negó a obedecer. Continuó orando y dando gracias solo a Dios, y como resultado, el rey no tuvo más remedio que echarlo en una cueva de leones. Frente a lo que parecía ser una condena segura, Daniel confió en Dios para que le ayudara, ¡y milagrosamente salió ileso! (Ver Daniel 6)
Usted ve que tres veces al día durante años, Daniel había practicado mantener su corazón centrado en dar gracias a Dios. Al enfrentar lo que parecía ser una muerte segura, Daniel se estaba inspirando en un corazón lleno de fe en Dios y en Su habilidad para salvarlo.
La falta de gratitud hace que la fe disminuya, pero cuando elegimos dar gracias a Dios, no por las circunstancias sino a pesar de las circunstancias, el agradecimiento abre la puerta a lo milagroso.
El hábito de dar gracias aumenta la gratitud en su corazón, lo que hace que la fe se eleve dentro de usted. Entonces, cuando usted se enfrente a circunstancias difíciles, no será incrédulo: ¡usted tendrá el poder de pararse fuerte como Daniel!