Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado.
Juan 1:12–13 (DHH)
Si usted es como la mayoría de los cristianos, tiene un deseo sincero de agradar a Dios, pero a veces se siente frustrado porque siente como si se quedara un poco (o muy) corto.
Usted quiere ser un buen esposo, padre, amigo… pero a menudo siente que las características que desea desarrollar están justo fuera de su alcance. Usted puede incluso sentir como que es imperfecto de alguna manera, como si algo está mal con usted, o tiene que cambiar su personalidad o su forma de ser.
No es verdad. Ser cristiano se trata de convertirse en lo que realmente usted es en Cristo. Pero el problema puede estar en que usted está tratando de convertirse en lo que usted cree que no es, lo cual es una manera equivocada de pensar. Si usted ha dado su vida a Cristo, ya usted es lo que tiene que ser.
No estoy diciendo que usted se hizo perfecto en el momento en que tomó la decisión de seguir a Jesús, pero hay que diferenciar entre lo que eres (su identidad), y el conjunto de hábitos y comportamientos que usted posee actualmente. Mire, usted tiene la identidad que le dio Jesús. En el momento que decidió iniciar una relación con él, toda su identidad cambió.
Tiene que seguir intentando superarse por supuesto, pero dese cuenta de que Dios lo ha hecho nuevo. Deje de enojarse consigo mismo por no ser quien quiere ser (esto hace que el cambio esté aún más lejos de su alcance). ¡En su lugar, deje que la comprensión de que usted tiene la naturaleza de Dios dentro de usted le ayude a hacer todos los cambios que desea hacer!