Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones, para que nadie encuentre en ustedes culpa ni falta alguna, y sean hijos de Dios sin mancha en medio de esta gente mala y perversa. Entre ellos brillan ustedes como estrellas en el mundo, Filipenses 2:14-15 (DHH)
Nada apaga la alegría más rápido que la queja.
Es imposible al mismo tiempo quejarse cuando usted está centrado en aquello por lo que está agradecido. Cuando nuestras mentes se enfocan en cosas que nos hacen enojar, indisponernos y decepcionarnos, perdemos de vista lo que nos hace sentir agradecidos, entusiasmados y esperanzados, y eso nos roba nuestra alegría.
En realidad, usar la frase “robar nuestra alegría” no es del todo exacto. La alegría es un fruto del Espíritu, junto con la paciencia, el amor y la bondad, por lo que es una parte de nosotros que debemos permitir que fluya.
Ahora, pensemos en esto por un minuto. ¿Conoce usted a algún cristiano que no parezca muy paciente, amable o cariñoso? La verdad es que estos frutos del Espíritu necesitan ser practicados y ejercitados. Necesitamos pasar tiempo en la presencia de Dios y necesitamos practicar estas características para que crezcan en nuestras vidas.
Al negarnos a quejarnos cuando las cosas van mal, practicamos la alegría, la paciencia y la paz. Cuando en esos momentos elegimos centrarnos en lo que estamos agradecidos, y cuando asumimos la responsabilidad de nuestra parte en el problema, al buscar soluciones en lugar de señalar con el dedo, elegimos la alegría.
Hoy, haga que su objetivo sea mantener su mente llena de esperanza y centrada en las soluciones. Concéntrese en lo que aprecia de las personas que lo rodean. Entonces, incluso si las cosas van mal, usted operará desde un lugar poderoso de alegría, paz y paciencia, sin importar lo que se cruce en su camino.