El prudente ve el peligro y lo evita; el imprudente sigue adelante y sufre el daño. Proverbios 22:3 (DHH)
Somos bombardeados con gran cantidad de información que necesitamos filtrar y procesar cada día. Cuando se trata de tomar buenas decisiones, un poco de meditación es vital. No podemos dejarnos apurar tanto hasta el punto de no pensar si lo que estamos haciendo nos está llevando a algún lado. A veces es aconsejable retrasar una decisión.
Aplazar y postergar son dos cosas muy diferentes. Aplazar no implica descuido o pereza; la decisión solo se aplaza el tiempo necesario para poder recopilar suficiente información, analizar la situación y usar la sabiduría.
Necesitamos hacer una pausa y considerar el costo de cada decisión. Ser genial para proponer ideas no es suficiente; necesitamos considerar el costo si queremos tener éxito a largo plazo. Cuando somos impulsivos con nuestra toma de decisiones, nos preparamos para el fracaso.
Con frecuencia he descubierto que las personas y las situaciones le gritan, para que usted tome una decisión rápida. Si su vehículo está atascado en la vía y se acerca un tren, será mejor que decida rápidamente. Sin embargo, la mayoría de las veces la decisión no es de vida o muerte. Usted la puede aplazar.
Haga su investigación. Consulte a expertos. Hable con aquellos que han pasado por la situación que usted enfrenta. Ore y aparte un tiempo tranquilo donde pueda meditar en la Palabra de Dios. Escuche al Espíritu Santo. La niebla se despejará de su mente cuando Él le dé una sensación de paz sobre la decisión correcta. ¡Entonces tome acción!