Ahora, pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Efesios 2:19 (NKJV)
Cuando Jesús vino al planeta, Él no vino a comenzar una religión. Él vino a darnos la oportunidad de hacernos miembros de Su familia y ciudadanos de Su reino.
La religión legalista tiene que ver con las reglas, el juicio y los estándares imposibles, y no hay nada atractivo en eso. Lo que la gente quiere es mejorar su vida, por lo que siempre tenemos el propósito de mejorar nuestra situación. Queremos un mundo mejor, y ese mundo mejor se encuentra en el reino de Dios, es por eso que Jesús enseñó mucho sobre lo que significa estar en Su reino.
Al hacer a Jesús nuestro Salvador y permitirle que gobierne y reine en nuestras vidas desde adentro hacia afuera, empezamos a entender lo que significa ser un ciudadano del cielo, y empezamos a ver que ocurren cambios milagrosos. Vemos cambios en nuestras relaciones, familias, negocios, carreras, cambios que no podemos explicar. Llamamos a estas experiencias milagrosas, pero en realidad, son normales para un ciudadano del reino de Dios.
Si usted ha dado su vida a Cristo, ya es ciudadano de este reino, el reino de los cielos. Lo hermoso de estar en el reino de Dios es que los beneficios de ser ciudadano se aplican sin importar dónde viva o cuáles sean sus circunstancias. Usted no es cautivo de las circunstancias de su país o la historia de su familia, porque como ciudadano del reino de Dios, usted puede disfrutar de la protección y provisión que Su reino provee.
¡Las bendiciones milagrosas, la protección y la provisión son suyas como un miembro de la familia de Dios!