Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió:—Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. Marcos 3:34-35 (DHH)
Yo entiendo completamente que no todas las iglesias son saludables o vivificantes. Sería el primero en admitir que la iglesia es deficiente e imperfecta. Todo se reduce a esto: no todas las personas son saludables. Una iglesia no es un edificio. No es una organización y tampoco es una religión. Una iglesia es una familia.
Pensemos en la terminología que Dios usa, todo se elige intencionalmente. Dios es el padre de Jesús. Jesús es el hijo de Dios. No es casualidad que Dios haya elegido palabras que describen a la familia.
Cuando “vamos a la iglesia”, reunimos a la familia en la casa de papá. El edificio no es la iglesia, así como su casa no es su familia; es solo donde se reúne.
Algunas familias son muy disfuncionales. Sin embargo, sería muy desafortunado suponer que todas las unidades familiares hacen daño debido al comportamiento de algunos. Lo mismo es cierto para la iglesia. Es muy desafortunado saber que el comportamiento poco saludable de algunos ha evitado que miles de personas experimenten la iglesia como realmente debe ser. Las familias sanas no son perfectas, y tampoco lo son las familias sanas de la iglesia. ¡Pero a pesar de sus defectos, la familia enriquece la vida y ayuda a hacerla increíble!
La iglesia está destinada a estar llena de personas apasionadas por aprender, crecer, adorar a Dios y acercarse a los demás. Es una familia que ama, acepta y perdona sin importar nada.
¿Estaría usted dispuesto a darle otra oportunidad a la iglesia? Y si usted asiste, ¿qué puede usted hacer para ayudar a que su iglesia sea más vivificante?