¡Oh Señor, ¡Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra, que has desplegado tu gloria sobre los cielos! Salmos 8:1 (LBLA)
Ya sea que se dé cuenta o no, usted es un líder. Influye en los que le rodean todos los días. No subestime su poder para influir en los demás, incluso si no es un líder por título.
Usted puede desarrollar el hábito de la excelencia en cada área de su vida e influir en otros para que ellos hagan lo mismo. La excelencia es contagiosa. Al comprometerse a ser un excelente padre y cónyuge, puede influir en su familia, pero tendrá que hacer un esfuerzo intencional. Todos tendemos a avanzar sin esfuerzo, por lo que es necesario tomar la decisión diaria de exigir excelencia en nosotros mismos. La excelencia no es un nivel que se alcanza en un día; es algo en lo que usted trabaja de manera continua.
Mientras usted pone su mejor esfuerzo, festeje sus logros. Muestre a aquellos sobre los que usted ejerce influencia que la excelencia no significa perfección. Usted no tiene que esperar alcanzar la luna; puede contentarse con llegar a su límite actual.
Usted puede estar orgulloso y celebrar sus logros porque ha puesto su mejor esfuerzo, no porque todo sea perfecto. Sin embargo, aún puede examinar cada proyecto para determinar qué puede hacer mejor la próxima vez.
Dios hace todo con excelencia; no deja nada a mitad de camino. Pero la excelencia no es solo lo que Él hace. Es quien es Él. Es quien usted es también.
Usted fue creado para tener excelencia.