Ya no os llamo siervos, porque el siervo no conoce los asuntos de su señor. En cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que aprendí de mi Padre, os lo he dado a conocer. Juan 15:15
Cuando alguien que no lo conoce a usted muy bien, lo felicita por algo que usted ha hecho, se siente bien. Pero cuando alguien que ha visto su trabajo muchas veces dice: “Wow, ese es uno de sus mejores trabajos”, es incluso mejor. Cuanto mejor usted conozca a alguien, más específico, personal y poderoso es el elogio de parte de ellos.
Lo mismo ocurre con Dios. Cuanto más usted lo conozca, más tiene que alabarlo y más profundo y más personal es su alabanza. En la medida en que usted lo conoce, usted comienza a ser más consciente del hecho de que Dios no es solo su creador y Salvador; él también es su amigo, y él está aquí para usted.
Jesús se refiere a nosotros como sus amigos. ¿Alguna vez pensó en eso? Dios no quiere controlarlo o gobernar sobre usted como un dictador. Él no tiene una baja opinión de usted ni está concentrado en sus defectos. Dios lo ve como un amigo, alguien con quien tiene una relación, con quien tiene una asociación, alguien a quien él ama.
Cuando adoramos a Dios, la alabanza fluye de la amistad que tenemos con él. La alabanza puede ser tan natural como hacer un cumplido a sus seres queridos. Usted puede alabar a Dios en la iglesia, pero puede alabarlo fácilmente en casa, en el trabajo, en su auto o en la escuela, en voz alta o en silencio.
Dondequiera que usted vaya, alabe a Dios. Recuerde, usted no lo está haciendo para su beneficio. Lo estás haciendo para ponerlo primero y para recordarle lo maravilloso que es, ¡porque él es digno de toda nuestra alabanza!