Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. 1 Corintios 2:10 (LBLA)
En la escuela secundaria, el promedio de mis calificaciones tendía a estar en “B menos”. Cuando fui a la escuela de paramédicos, estaba un poco preocupado. La cantidad de información que necesitaba procesar parecía abrumadora.
Recuerdo que le pedí al Espíritu Santo que me ayudara a estudiar. Mientras le agradecía y oraba en el Espíritu, descubrí que mi mente se concentraba. Antes de cada prueba me tranquilizaba, creyendo en su guía y dirección. Sé que Él trajo cosas a mi memoria, ¡ayudándome a lograr un sorprendente “A más” con regularidad!
Cuando atendía crisis en el trabajo, el Espíritu Santo me ayudaba continuamente. Recuerdo una ocasión en la que mi equipo y yo asistimos a un accidente automovilístico que involucró a varias personas. Mientras caminaba por la escena del accidente, me encontré con un hombre herido que estaba acostado boca abajo. Nuestro equipo había estabilizado su cuello y había seguido el protocolo correcto para ponerlo de espaldas, pero por alguna razón tuve un presentimiento. Al instante les pedí que se detuvieran.
Me puse los guantes y lentamente puse mi mano debajo de su abdomen, moviéndola de arriba hacia abajo. Mientras lo hacía, mis manos se hundieron en el tejido dañado. Extendí mi otra mano alrededor de él para sostener su abdomen mientras lo giraban. Su abdomen inferior había sido cortado de un lado de su torso al otro. Si no hubiera prestado atención a ese presentimiento, los órganos internos y los intestinos de este hombre se habrían derramado en el suelo. El Espíritu Santo había trabajado a través de mí para salvarlo de semanas de recuperación y posiblemente de muerte por infección.
¿En qué necesita ayuda? Pídale al Espíritu Santo y tranquilice su mente para escuchar Su dirección. ¡Se sorprenderá de cómo Él lo hace mejor… usted será transformado en la persona que desde un comienzo fue destinada a ser!