Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para ser sanados. La oración fervorosa del justo tiene mucho poder. Santiago 5:16 (DHH)
¿Alguna vez usted ha cometido un error y luego ha hecho todo lo que está a su alcance para esconderlo? Tendemos a querer mantener nuestras fallas y errores para nosotros mismos, pero el versículo de hoy realmente nos aconseja hacer todo lo contrario.
La palabra “pecado” proviene de palabras griegas y hebreas que describen el acto de “errar el tiro”. En realidad, todos hemos errado el tiro con respecto a algo. Si cometemos un error, podemos sentir que debemos escondernos en las sombras por miedo y vergüenza, pero si hemos tratado mal a alguien, debemos acudir a esa persona y pedirle perdón, y luego orar el uno por el otro. Esto es caminar en el amor, y es la forma en que mantenemos nuestra hermandad fluyendo y en paz (I Juan 1:7).
Si no corregimos nuestros errores, se abre la puerta a una hermandad rota con otros creyentes, y eso a menudo hace que las personas se retiren y luego se sientan aisladas. Es importante que nos ocupemos rápidamente de nuestras fallas y deficiencias. Al hacerlo, traemos luz, perdón y sanación a cada situación, y esto nos permite avanzar en la vida con confianza y paz.
No somos perfectos; somos perdonados. Cada uno de nosotros tendrá momentos en los que también necesitemos el perdón de los demás, por lo que no solo lo pediremos cuando lo necesitemos, sino que también lo extenderemos a los demás.
Una hermandad saludable entre los creyentes es esencial. Así como un fuerte mortero entre los ladrillos determina la fuerza del edificio, una fuerte hermandad entre los creyentes determina la fortaleza de cada iglesia local y, en última instancia, de la Iglesia de Jesucristo.