Señor, ¿hasta cuándo me olvidarás? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo te esconderás de mí? Salmos 13:2 (DHH)
Nos ponemos máscaras cuando estamos con otras personas, para protegernos de las críticas y el rechazo. Tenemos cuidado de ocultar nuestras vulnerabilidades. Incluso nos cuesta bajar la guardia en nuestras relaciones más cercanas por miedo a ser heridos. Pero no tenemos que temerle a Dios en absoluto.
Usted puede contarle a Dios sus miedos, frustraciones, enojo y decepciones. Las emociones con las que usted lucha no son demasiado para Él. Dios no lo juzgará por desahogarse.
El rey David solía expresar sus frustraciones y temores a Dios. En el Salmo 142:2 dice: En su presencia expongo mi queja, en su presencia doy a conocer mi angustia (DHH). De hecho, David incluso le dijo a Dios lo frustrado que estaba con Él (Salmo 13:1).
Cuando usted está frustrado con alguien y esa persona escucha sus frustraciones, usted se acerca más a ella. Reprimir sus sentimientos solo lo aleja más. Dios tiene grandes hombros. Él puede manejar su honestidad. Si usted está frustrado con Dios, hable con él al respecto. Él lo escuchará, usted podrá deshacerse de su ira y, como David, podrá decir: Yo confío en tu amor; mi corazón se alegra porque tú me salvas. ¡Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho! (Salmos 13:6, DHH)