Y de repente vino una voz del cielo, diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.” Mateo 3:17 (NKJV)
El amor de Dios por usted no se gana a través del comportamiento. Él ha elegido amarlo, aquí y ahora, tal como usted es.
Este concepto es una de las verdades más importantes de comprender, porque saber que somos amados por Dios es la base de grandes relaciones. Cuanto más nos damos cuenta de que somos amados incondicionalmente, más gracia, amor y compasión tenemos por nosotros mismos, y más gracia, amor y compasión tenemos por los demás.
Cuando Jesús fue bautizado y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma, Dios dijo: “Este es mi Hijo amado; en quien me complazco.” Pero es interesante pensar en el momento de esta declaración. Usted ve, Jesús no había hecho nada “grande” todavía. Jesús aún no había hecho su primer milagro en este punto, pero Dios quería que todos nosotros supiéramos que él amaba a Jesús y que estaba complacido con él.
Tendemos a pensar que el amor se gana, que necesitamos hacer grandes cosas para que Dios pueda mirarnos con afecto. Es estupendo querer hacer grandes cosas para Dios, pero necesitamos saber que estas cosas no hacen que tengamos más valor. Usted es digno por el sacrificio que Jesús hizo por usted. Él lo ha coronado con dignidad y valor, gloria y honra (Salmo 8:5). Cuando usted decide seguir a Jesús, usted se convierte en un miembro amado de la familia de Dios, un hijo del Rey, y él le da poder para hacer grandes cosas.
Tal como le dijo a Jesús, Dios le está diciendo: “Tú eres mi hijo amado. ¡Estoy muy complacido contigo!”.