Hay gente desprendida que recibe más de lo que da, y gente tacaña que acaba en la pobreza. El que es generoso, prospera; el que da, también recibe. Proverbios 11:24-25 (DHH)
En los últimos días, hemos estado en una serie de devocionales, abordando esta pregunta: “¿Cómo es una gran cultura en el hogar?” Ayer hablamos sobre tener una cultura familiar de prosperidad, y hoy vamos a hablar sobre tener una cultura de generosidad porque las dos van de la mano.
Cuando tenemos una mentalidad de pobreza y siempre nos enfocamos en la carencia, es difícil ser generadores de alegría. Sin embargo, algunas de las personas más generosas que conozco eran generosas incluso cuando apenas tenían lo suficiente para vivir. Es posible que ellos hayan sido generosos con su tiempo o con lo poco que tenían, pero mientras tanto mantuvieron su fe en las promesas de prosperidad de Dios, creyendo que Él les había dado la habilidad para encontrar la manera de salir de la pobreza.
Algunas personas son educadas con la idea de que tener dinero es malo. El problema es que si mantenemos esta creencia, criaremos niños que nunca prosperarán o que se sentirán culpables cuando prosperen. La dura verdad es que transmitimos muchas de nuestras creencias a nuestros hijos, y debemos ser cuidadosos porque cada una tiene una consecuencia acompañante.
Si la cultura de nuestro hogar es creer que Dios quiere que suframos y que él se deleita en nuestra carencia, nuestros hijos crecerán pensando que Dios es tacaño y mezquino. En cambio, lo que necesitamos es fomentar una cultura que crea que Dios es bueno; ¡Es un Dios infinitamente generoso que nos ama! Entonces nos volveremos más amables y generosos como él.