Y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a él, 2 Corintios 10:5 (DHH)
Hace años, cuando trabajaba en rescate de emergencia, respondí una llamada que me sacudió hasta lo profundo. Una madre había perdido el control de su auto, chocando contra un poste de teléfono. Aunque todos los demás estaban bien, una hija se había quitado el cinturón de seguridad en secreto. Como resultado, ella voló a través del parabrisas, golpeando con la cabeza el poste. Aunque oré e intenté todo para estabilizarla, ella falleció.
Ese día, antes de irme a trabajar, había ayudado a una de mis hijas a separar su largo cabello castaño, para hacer una cola a cada lado de su cabecita. Esta niña del accidente también tenía colas largas y marrones. La recuerdo como si fuera ayer.
En la medida en que pasaban los días, el recuerdo de la niña se quedó conmigo. Me volví extremadamente protector y una persona con la cual era difícil vivir; el miedo comenzó a entrar en mi corazón con respecto a que yo podía perder a uno de mis hijos. Finalmente me di cuenta de que había dejado de confiar en Dios. Durante las pocas semanas que siguieron, estudié Sus promesas para mí y mi familia y comencé a recuperar mi fe y confianza en Él.
¿Está usted enfrentando un miedo, como resultado de un trauma ocurrido en su vida? Reemplace ese miedo; medite en las promesas de Dios hoy y todos los días. Antes de que se dé cuenta, usted recuperará esa confianza increíble en Él y se sentirá seguro, tendrá una sensación de paz que supera cualquier temor.