Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos. Juan 13:34-35 (DHH)
Para amar a los demás, debemos aprender a recibir y experimentar el amor de Dios.
Sin tener y conocer el amor de Dios, somos propensos a amar a las personas con un tipo equivocado de amor. Hay amor incondicional y amor tóxico. El amor tóxico no significa que proviene de una mala persona. El amor tóxico solo significa que usted ama a las personas condicionalmente. Es como decir: “Si haces esto o aquello, te amaré más o te trataré mejor”. Eso es amor tóxico.
Cuando somos padres de esta manera, criamos niños que tienden a tener dificultades en sus relaciones. Si se les trata mejor cuando tienen ciertos logros o se comportan de determinada manera, eso es tóxico. Todavía podemos fomentar ese tipo de actividad sin agregar amor o valor a ella.
El amor nunca debe ser condicional. El amor siempre debe ser incondicional. Y cuando amamos incondicionalmente, eso no significa que nuestras vidas se derrumben. No significa que tengamos que dejar que las personas pasen por encima o abusen de nosotros. Nosotros podemos desarrollar buenos límites. Podemos decirle que no a alguien y mostrarle amor al mismo tiempo.
El amor de Dios es muy especial, hermoso y sorprendente. Y cuando se trata de nuestras relaciones, tenemos el poder de amar a los demás incondicionalmente porque Dios nos amó primero. Entre en la Palabra de Dios y deja que esta lo convenza del amor que Él le tiene. ¡Aprenda cómo recibirlo y experimentarlo, y entonces usted podrá demostrar el amor de Dios de una manera increíble!