Sucedió que Jesús estaba comiendo en casa de Leví, y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, y otra gente de mala fama, estaban también sentados a la mesa, junto con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían. Marcos 2:15 (DHH)
El juicio puede ser perjudicial para nuestras relaciones. El problema es que muchos de nosotros hemos sido educados para juzgar. Muchos grupos religiosos legalistas parecen alentar el juicio, pero debemos seguir el ejemplo de Jesús.
Jesús no juzgó a los pecadores; Él comía con ellos. Él se hizo su amigo. Él los aceptó y reprendía a aquellos que los juzgaban. La verdad es que ninguno de nosotros tiene derecho a juzgar a otro. Todos somos imperfectos, somos aceptados por Dios no porque seamos muy buenos sino por lo que Jesús ha hecho.
Nosotros somos empoderados por Su Espíritu para amar a los demás de la manera en que Él ama, con un amor incondicional y ágape. Con nuestra propia fuerza, nosotros no podemos amar y aceptar a las personas de esta manera. Puede ser tentador querer juzgar a los demás y aferrarnos a la falta de perdón y al resentimiento, pero el Espíritu de Dios que está dentro de nosotros puede capacitarnos para caminar en Su amor ágape. Estamos facultados para amar incluso cuando ese amor es inmerecido.
Si hay una cosa que quiero que usted cambie con este devocional sobre el juicio, es simplemente que usted se sienta animado a dejar de suponer por qué las personas hacen lo que hacen. Cuando alguien hace algo para lastimarlo, encuentre la manera de preguntarle. Puede ser difícil que usted admita que está herido, pero se ahorrará mucho dolor y sufrimiento si puede llegar al fondo del problema desde el principio.