Jesús le dijo: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Mateo 22:37 (DHH)
La mayoría de las personas persiguen la felicidad sin descanso, pero en realidad no saben cómo encontrarla… o cómo aferrarse a ella si la encuentran.
Hay varias cualidades que pueden cultivar la alegría en su vida, así que hoy quiero hablar sobre una de ellas que es el amor. Ya sabe, la mayoría de la gente piensa que lo mejor de la vida es ser amado. ¿Sabía usted que eso no es cierto? Eso en realidad es lo segundo mejor.
Lo número uno es amar a alguien.
Piénselo: cincuenta personas podrían amarlo sin que usted lo sepa. De hecho, hay personas cuyos compañeros los aman de todo corazón y no lo creen. Es maravilloso ser amado, pero me he dado cuenta de que las personas más felices del planeta están enfocadas hacia afuera, aman a los demás.
El verso de hoy incluso pone el amor en orden: ama a Dios, ama a tu prójimo, ámate a ti mismo. Cuando no seguimos ese orden, nos confundimos. Cuando nos enfocamos primero en nosotros mismos, tendemos a preocuparnos: “Me pregunto si alguien realmente me ama” o “Mi esposa solía prepararme el desayuno para demostrar que me ama, pero ahora ya no volvió a poner leche en mis cornflakes”.
En cambio, acercarse y amar a alguien tiene un impacto diferente en su vida. Las personas más alegres son las que dejan de preocuparse por quién las ama y simplemente se acercan y aman a las personas. Amar a alguien más, le trae más alegría, que solo ser amado.
¡Ame a Dios primero, luego salga y descubra a quién puede mostrar amor!