Porque por medio de la ley yo he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí. No quiero rechazar la bondad de Dios; pues si se obtuviera la justicia por medio de la ley, Cristo habría muerto inútilmente. Gálatas 2:19-21 (DHH)
Durante el tiempo en que Jesús caminó por el planeta, los líderes religiosos llamados fariseos, saduceos y escribas conocían muy bien la Biblia, pero estaban consumidos por las leyes y reglas.
Aunque ellos creían que venía un Mesías, lo ignoraron por completo cuando llegó. Cuando Jesús comenzó a sanar a los enfermos, a hacer milagros y a enseñar, ellos estaban completamente cerrados a lo que Él decía. A menudo las creencias religiosas se basan en la tradición y no en la Palabra de Dios.
Si alguien tiene una creencia religiosa fuerte, rara vez estará abierto a cualquier cosa que se oponga. La verdad de la Palabra de Dios podría estar mirándolos a la cara, listos para liberarlos, y ellos se alejarán. ¿Por qué? Porque el que nuestras creencias sean desafiadas, no crea un buen sentimiento.
Cuando Jesús confrontó lo que los líderes religiosos creían que era verdad, se enojaron cada vez más. Muchas personas prefieren aferrarse a sus tradiciones religiosas aunque no los beneficien. Se aferran al pensamiento de que Dios no está contento con ellos a pesar de que esto les roba su alegría. Algunos tienen vidas miserables, todo porque se niegan a abandonar creencias religiosas incorrectas que ni siquiera les hacen bien. Jesús dijo que Él vino para que pudiéramos tener vida, así que si a usted le falta alegría, puede que le falte algo en su creencia acerca de Jesús.
Hoy, pídale al Espíritu Santo que le muestre si usted se aferra a creencias incorrectas. ¡Permanezca abierto a la alegría y la paz de Jesús!