La ley se añadió para que aumentara el pecado; pero cuando el pecado aumentó, Dios se mostró aún más bondadoso. Y así como el pecado reinó trayendo la muerte, así también la bondad de Dios reinó haciéndonos justos y dándonos vida eterna mediante nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:20-21 (DHH)
¿Alguna vez se ha sentido condenado en la iglesia?
Cuando yo era joven, muchos oradores invitados parecían tener como objetivo llenar el altar al final de sus sermones. El problema es que una de las mejores maneras de hacer que muchas personas pasen al frente para orar es hacer que se sientan condenados. Si usted predica un mensaje legalista y vergonzoso, cantidad de personas terminan yendo al frente en lágrimas para confesar sus pecados y pedir perdón.
Ahora, no hay nada de malo en confesar nuestros pecados a Dios y pedir perdón. Eso es algo que todos debemos hacer, sabiendo que Él es fiel y nos perdona todo el tiempo (1 Juan 1:9). Pero estos sentimientos de condenación, como sentir que usted ha decepcionado a Dios y merece un castigo, no traen un resultado positivo. La verdad es que he visto personas que obtuvieron la victoria sobre el pecado y cambiaron sus vidas por completo, pero no fue debido a una buena dosis de condena desde el púlpito. ¡Fue cuando obtuvieron la revelación de la gracia y la misericordia de Dios!
La gracia es lo opuesto a la condena. La condenación dice: “Usted está equivocado y merece el castigo”. La gracia dice: “¡Usted está justificado con Dios en Cristo y Él tomó su castigo!”. Donde la condena engendra más pecado, ¡la gracia nos da el poder para elevarnos como lo que somos, nuevas creaciones en Cristo, y echamos a un lado los viejos hábitos y complejos!
Si usted quiere cambiar su vida, estudie para obtener más revelación sobre quién es y qué ha ganado en Cristo. ¡Allí es donde encontrará el poder para cambiar!