Pues en él se cumplen todas las promesas de Dios. Por esto, cuando alabamos a Dios, decimos «Amén» por medio de Cristo Jesús. 2 Corintios 1:20 (DHH)
En los últimos días, hemos estado hablando de reclamar las promesas de Dios con fe. Cuando usted comienza este proceso, es natural que en un principio usted tenga un poco de duda en su mente. Está bien; simplemente no medite en esa duda. No se permita entretener imágenes negativas de su futuro o esto afectará lo que usted cree en su corazón.
Si usted permite que la duda entre en su corazón, usted se enfocará en lo negativo y entonces comenzará a perder la esperanza. Pero usted puede caminar en las promesas de Dios si las mantiene con vida en su corazón. En realidad, no se trata de creer que algo maravilloso sucederá en el futuro. Se trata de creer que la promesa ya es suya, y que simplemente usted está en el proceso de manifestar esa promesa. Después de todo, el versículo de hoy dice que las promesas de Dios son “¡Sí y Amén!” para cada creyente… ¡y eso lo incluye a usted!
Mientras usted siga meditando y reclamando esas promesas, usted comenzará a tener esperanza y ver la manifestación de esas promesas en su vida. Esta pertenencia y expectativa es poderosa. Cuando usted espera o cree que algo sucederá, aumenta su deseo y comienza a actuar de manera diferente. La expectativa y el deseo van de la mano.
Si usted tiene el deseo de que una promesa se cumpla en su vida, ¡usted debe meditar sobre el hecho de que ya es suya! Mientras más medite sobre el hecho de que Sus promesas son suyas, más comenzará a desearlas. A través de este proceso, un ciclo asombroso comenzará a tener lugar en su vida: mayores expectativas que se convertirán en deseos cumplidos.