Pero hay un segundo, parecido a éste; dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Mateo 22:39 (DHH)
¿Alguna vez siente que lo más “cristiano” que usted puede hacer es cuidar de todos los demás, poniendo sus propias necesidades en un segundo plano? Aunque ser un mártir de esta manera puede tener su espacio, tenemos que tener cuidado. Si usted no se cuida, van a haber consecuencias.
Imagine a una madre que cría a sus hijos de esta manera, sin preocuparse por sus propias necesidades. El estar agotada hará que con el tiempo se vuelva malhumorada e irritable. Es probable que la fatiga y la frustración que ella experimenta le hagan decir o hacer cosas que dañen sus relaciones, lo que provocará culpa y vergüenza. Al mismo tiempo, influenciará a sus hijas para que se falten el respeto de una manera similar, y hará que sus hijos hagan suposiciones equivocadas sobre cómo debe tratarse a las mujeres. Lo mejor que usted puede hacer por sus hijos es manejar una autoestima saludable.
En el versículo de hoy, Jesús nos ordena amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En otras palabras, debemos valorar a los demás de la misma manera en que nos valoramos a nosotros mismos. Si no nos valoramos a nosotros mismos o si suponemos que tenemos que ganar nuestro valor a través de nuestro comportamiento, es imposible que valoremos a los demás de la misma manera incondicional en que Dios nos valora.
La verdad es que usted tiene un valor infinito, no por lo que hace, o por cómo se ve, o por el dinero que gana, o por las personas a quién conoce o por lo bueno que es. ¡Usted es valioso simplemente porque Dios lo hizo! Cuanto más usted reconozca este valor, más poder tendrá para amar y valorar a los demás, tal como son.