Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si alguien tiene miedo, es que no ha llegado a amar perfectamente. 1 Juan 4:18 (DHH)
¿Alguno de nosotros es digno de la ayuda y de la bendición de Dios?
La respuesta, por supuesto, es no… Pero no deje que eso lo desanime. Dios no espera que ganemos su amor, aceptación o bendiciones, razón por la cual envió a Jesús para que se convirtiera en nuestro representante.
Cuando hacemos el mal, esto trae consecuencias terrenales negativas en nuestras vidas. Puede ser algo serio, pero no viene de Dios. Como creyentes, nuestra justificación ante Dios está en Cristo, no en nuestro comportamiento.
El problema es que cuando caemos en la mentira de que Dios está enojado con nosotros y quiere castigarnos por las cosas que hemos hecho mal, comenzamos a esperar menos de Dios. En lugar de acudir a Él y esperar que Él venga a ayudarnos, nos arrastramos y suplicamos, dudando de Su disposición a extender amor y ayuda. Esa no es la imagen que Dios tiene para su pueblo.
Dios lo llama Su amado hijo. Él no quiere que usted se postre y ruegue por su ayuda, amor y atención. Él quiere que usted se dé cuenta de que Él es su amoroso Padre celestial, que ya ha aceptado darle todo lo que usted necesitará en esta vida (Hebreos 4:16).
Cuando nos enfocamos en nuestro valor, pensando en que nos quedamos cortos, esto se interpone en nuestra capacidad para permanecer en la fe y así recibir las promesas de Dios. Por el contrario, debemos enfocarnos en el valor de Cristo y en el hecho de que él actuó en nuestro nombre. Dios no tiene nada más que amor por usted, lo que significa que usted es libre de recibir todo lo que Él quiere enviarle.