Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo. 2 Corintios 5:21 (DHH)
En la cruz, Jesús se convirtió en nuestro sustituto. Él tomó nuestro lugar. ¿Esto significa que como creyente, usted nunca peca? Y si peca, ¿eso significa que no es creyente?
No, el hecho de que nos convirtamos en nuevas creaciones en Cristo Jesús, cuando confiamos en Él y lo confesamos como Señor, no significa que somos perfectos. Recibimos esta salvación y ahora la estamos trabajando en cada parte de nosotros. Somos bebés en Cristo, pero podemos crecer en Él. Todos pecamos y nos quedamos cortos en la vida, sin embargo, Dios nos mira a través de Jesucristo y nos considera sin pecado.
Cuando entregamos nuestras vidas a Cristo, intercambiamos nuestra naturaleza de pecado por su naturaleza: la naturaleza de Dios. Gracias a Jesús, somos 100 por ciento justos con Dios. Como resultado de este intercambio, también recibimos el poder de vencer el pecado.
No digo que nuestros pecados estén libres de consecuencias. Cuando contradecimos los principios de Dios, traemos consecuencias terrenales de tipo causa y efecto sobre nosotros mismos. Por ejemplo, si usted roba un banco, la consecuencia es el tiempo en la cárcel. El pecado destruirá su cuerpo, su paz, su mente, su alma y su capacidad para llevarse bien con los demás. Esas son consecuencias terrenales del pecado; Dios no tiene nada más que cosas buenas para nosotros y podemos correr hacia Él y esperar siempre amor, perdón y aceptación.
En esta Pascua, medite en el hecho de que usted tiene poder en Cristo para vivir a Su manera. Y si usted ha cometido errores, recuerde que Él lo está esperando con los brazos abiertos y quiere que usted se acerque a Él con valentía para recibir gracia, misericordia y ayuda en su momento de necesidad (Hebreos 4:16).