»No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. Mateo 7:1 (DHH)
Cuando se trata de nuestras relaciones, se puede hacer mucho daño a través de lo que decimos.
Algunas de las palabras más dañinas que podemos decir son palabras de crítica. Cuando pretendemos conocer los motivos de alguien y asumimos que su intención era hacer daño, atacamos su autoestima. Y cuando atacamos la autoestima de alguien, esto da como resultado ira y heridas, y esa relación comienza a entrar en lo que llamo la “zona de sufrimiento”.
El juicio en una relación siempre conduce al sufrimiento.
Cuando usted cruza esa línea y comienza a juzgar, la relación deja de crecer. Hasta que usted trate con el dolor a través del perdón y hable sobre eso y llegue a algún tipo de entendimiento, usted condena esa relación a simplemente existir en lugar de florecer y desarrollar algo más maravilloso cada año.
El versículo de hoy insinúa que el juicio destruye relaciones. Cuanto más usted juzgue a alguien, más juicio recibirá a cambio. Es simplemente una cuestión de siembra y cosecha, pero esta ley también puede funcionar para su beneficio. Mientras más muestre amor incondicional a alguien, más oportunidades tendrá de recibir ese amor a cambio y más probable es que usted comience a deshacer el daño que ha hecho el juicio. Solo entonces la relación puede comenzar a cambiar y crecer.
¿Al juzgar ha dañado usted alguna de sus relaciones? Piense en cómo usted puede comenzar a cambiar las cosas manifestando a esa persona amor, aceptación y perdón incondicionales. No digo que usted deba estar de acuerdo con todo lo que haya hecho, pero recuerde: usted puede defender sus límites y estar en desacuerdo con el comportamiento de alguien mientras expresa que lo ama y lo acepta como persona.