Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos. Mateo 28:18–20 (DHH)
Ayer presentamos el hecho de que Dios tiene dos propósitos que quiere cumplir en su vida. El primero es su “propósito específico”, que tiene que ver con lo que usted hace para ganarse la vida, cómo elige pasar su tiempo y cómo ayuda en su iglesia local.
El otro propósito que Dios tiene para su vida es uno que usted comparte con cada creyente y no es negociable. Es algo que Jesús mismo nos pidió que hiciéramos en Mateo 28:18–20. Debemos compartir a Cristo con el mundo.
Me parece que muchas personas se centran solo en su propósito específico sin prestar atención a este propósito compartido. El problema es que usted puede cumplir completamente su propósito específico y aun así sentirte vacío por dentro, si no ha prestado atención a traer a otros a Cristo.
Usted podría ser un médico brillante que salva vidas o un músico increíble que escribe canciones que canta todo el mundo. Incluso podría trabajar a tiempo completo para una iglesia u otro ministerio y ese propósito específico realmente lo destruirá sin el equilibrio y el fundamento del propósito general de traer personas a Cristo.
En realidad, su propósito específico e individual siempre estará vinculado de una forma u otra a traer personas a Jesús. En la medida en que usted cree influencia en su mundo y la gente lo vea prosperar en sus dones y talentos, puede usar esa plataforma para señalar a las personas su fuente.
Probablemente usted haya considerado su propósito específico antes, pero hoy quiero que se tome un tiempo para pensar en este gran propósito que todos compartimos – el llamado de Jesús para presentarle a otros. Este propósito cambiará su mundo si usted simplemente le presta atención.