Pues en él se cumplen todas las promesas de Dios. Por esto, cuando alabamos a Dios, decimos «Amén» por medio de Cristo Jesús. 2 Corintios 1:20 (DHH)
La fe no es un consentimiento mental. El consentimiento mental está de acuerdo con algo en su mente, pero usted no puede depender solo de su mente. Su mente se basa en el razonamiento, que intentará disuadirlo de su milagro.
Cuando usted decida creer, las razones por las que usted cree que las cosas no pueden cambiar aparecerán en su cabeza. Por ejemplo, si se le diagnostica cáncer, usted puede justificar que de alguna manera lo tuvo debido a que se encuentra en la familia. Si sus adolescentes están teniendo problemas, usted podría pensar que merece probar un poco de lo que hizo pasar a sus padres porque tuvo algunos años difíciles.
Incluso si usted logra convencer a su mente, no hay poder en el consentimiento mental. Usted necesita creer en su corazón, lo que implica poder imaginarlo entrando en su vida.
Jesús murió en una cruz y pagó el precio para que usted y yo pudiéramos caminar en la bendición de Dios. La respuesta cuando usted pide cualquier promesa de Dios es siempre sí. Él quiere que usted experimente sus promesas aún más que usted mismo.
La religión intentará hacerle aceptar que cualquier cosa que sea, será. Pero si usted medita en las promesas de Dios y se las imagina en su vida, no se conformará con nada menos que lo mejor de Dios.
Sacúdase esa mentalidad religiosa. Resístase cualquier cosa que intente limitarlo. Y si la gente le dice: “No se puede hacer”, cuando usted va con Dios en busca de una gran meta, ¡demuéstreles que están equivocados!